Dios nos ama con un amor sin fin que abarca desde antes que fuéramos concebidos en los vientres de nuestras madres, hasta más allá de nuestra partida hacia la misma eternidad. Hoy Jesús nos llama a esta reflexión para hacer un alto en el camino y llenarnos de Su plenitud en la realidad de este amor.
Las tendencias de la modernidad intentan quitar la perspectiva de eternidad y esencia de la Verdad del Espiritu pretendiendo ocultarles con distractores de actividades y diversiones incesantes.
Lo que verdaderamente necesitamos es dejarnos entrenar por el Espíritu de Dios en la práctica de permanecer quieta y tranquilamente en Su presencia para ser habilitados en la asombrosa conexión con Jesús, en su apacible luz admirable y radiante, cálida y placentera, para afrontar las tormentas de la vida, sobrepasando debidamente todo obstáculo y que no seamos hundidos en las turbulencias.
El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
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